Cada Diciembre que llega la navidad, los inmigrantes que estamos aquí desde hace muchos años, o recién llegados no podemos evitar la nostalgia, la ausencia de nuestra otra familia, familia que dejamos cuando nos venimos a buscar una vida mejor a este país, y a pesar de que muchos de nosotros tenemos nuestra familia aquí con nosotros, siempre esta ese sentimiento a flor de piel o a veces escondido de regresar por lo menos a pasar estos días en nuestro país. Cada diciembre se siente la ausencia de nuestros seres queridos, y para muchos que están aquí sin su familia, el frío, las noches cortas y los días largos hacen que la soledad se manifieste con más fuerza. Un gran número tenemos a nuestros hijos, padres, familiares y amigos muy lejos. Otros, aunque los tengan cruzando la frontera, igual no pueden ir a abrazarlos. La situación ilegal de muchos ha convertido a este país en una gran cárcel. Una, donde las rejas no se ven, pero se sienten en el corazón. Diciembre es el mes que llama a la reflexión de los que están lejos de su país, inconscientemente, se hace un balance de los resultados de tanto esfuerzo físico y emocional. La gran mayoría se puede preguntar si tantas lágrimas, añoranza, tristeza vale la pena por un puñado de dólares. Para muchos padres que están aquí solo, sus hijos crecieron, se hicieron hombres y mujeres compartiendo la ausencia forzosa por necesidad. Muchos lazos, quiérase o no, en alguna medida se van rompiendo. El amor de familia está ahí, pero el calor y el compartir permanente se van perdiendo en el tiempo. Los que podemos salir y retornar sentimos aun en forma más profunda la angustia del desarraigo. El retorno obligado duele por doble partida. Diciembre es sinónimo de luces, colores, fiestas, reuniones, regalos y mucha comida para los que están en familia. Diciembre para los inmigrantes, especialmente para aquellos que están sin ir a sus países por muchos años, significa añoranza, inquietud, soledad, lagrimas que corren sin poder detenerlas. Ansiedad de estar pegados al teléfono o a la computadora. Mas todos, sin excepción a medida que se acerca a la media noche, sentimos el corazón latir más fuerte. A manera de auxilio emocional dejamos volar la imaginación. Silenciosamente, muchos nos dejamos llevar y pensamos;” Si estuviera en mi país, estaría en estos momentos brindando con los míos, abrazados, riendo y cantando frente al pesebre”. ]]>
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